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El arranque de la comercialización de la soja 2014/2015 encuentra a las principales cooperativas agropecuarias (AFA y ACA) con un mayor poder de fuego comercial, tanto que hasta le sacaron más cuerpos que nunca a los principales corredores de granos la a la hora de negociar precios con los exportadores.
 
 
 
Por caso, el viernes mientras la soja se negoció de manera abierta a $2.300 en el recinto de la Bolsa de Comercio de Rosario, los grandes operadores privados conseguían $2.350, pero las cooperativas obtuvieron de exportadores $2.400. Semejante diferencia de $100 con el precio abierto fue una constante todo el año pasado. Un relevamiento que adjunta punto biz con la comparación durante todo 2014 entre los precios de AFA por la soja con los de la Pizarra (que desde la inclusión de mercados de futuro para su cálculo empezó a arrojar valores más altos que el disponible) muestra que en el segundo semestre se hizo costumbre lograr diferencias diarias de $40, $50, $60, $70 y hasta $85 a favor de la cooperativa.
 
 
 
Si bien siempre hubo diferencias (por ofrecer lotes más agrandes o calzarlos con operaciones financieras) es inédita la distancia. Incluso en los últimos años un grupo de grandes corredores que integraron sus negocios con acopios (pudiendo así poder ofrecer lotes grandes, pero sobre todo jugar en ambas puntas del mercado a término y además arbitrar con operaciones con dólar futuro) estaban compitiendo en precio muy cerca (y a veces por arriba) de las cooperativas.
 
 
 
Pero todo cambió el año pasado. Para esta fecha de 2014 todos los exportadores decidieron no comprar soja a fijar por Pizarra porque sostenían que salía artificialmente alta al ponderar para su cálculo el 40% de las operaciones de futuro cortas con entrega. Pero sobre todo le cortaron el chorro comprador a los corre-acopio porque sostenían que a veces les hacían operaciones especulativas en los mercados de futuro para inflarle artificialmente las fijaciones. Los convenios de abastecimiento que habían firmado por grandes lotes también dejaba a los exportadores a merced de esas maniobras. El golpe al principio fue muy duro para los corre-acopio, pero se fueron reacomodando.
 
 
 
Pero lo importante es que al desvestir a un santo, los exportadores empezaron a vestir a otro, y más poderoso. Es que sacados del juego los corre-acopios, las cooperativas quedaron como las únicas proveedoras de grandes lotes; verdadero oro en polvo en tiempos en los que los chacareros no quieren vender la soja. Y fue así que empezaron a ampliar la brecha. Es más, ahora ya no es sólo AFA la que marca tanta diferencia de precios con la Bolsa sino que la novedad es que ACA, que tradicionalmente tenía una política comercial más tranquila y por eso sus directivos siempre fueron mejor visto entre los cerealistas, ahora sale a jugar diariamente con picantes diferencias de precio; una diferencia que varios ejecutivos de exportadoras ahora ven con preocupación (aunque por ahora conseguir la soja pesa más).
 
 
 
Con todo, las dudas que surgen en este nuevo contexto son: ¿Conviene tan nivel de concentración del mercado? ¿Es saludable esta interacción comercial (casi) exclusiva entre cooperativas y exportadores? ¿Al asociado de la cooperativa le llega el precio que consiguen o las liquidaciones arrojan descuentos que hacen que cobre menos de lo que consigue el corre-acopio? ¿Con este nivel de ingresos no habría que discutir si está bien que grandes cooperativas sigan exceptuadas de Ganancias?