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Sustentabilidad

A monitorear la salud de los suelos

Un trabajo advierte sobre el impacto de la compactación en lotes agrícolas. Aconseja adoptar prácticas para revertir el problema.
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Martín G. Alzaga
Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) advierte sobre los problemas de compactación que presentan muchos suelos agrícolas manejados con siembra directa en la región pampeana, y sostiene que la situación podría revertirse con prácticas como cultivos de cobertura, el uso de descompactadores y el control del tránsito de maquinaria.
“El reemplazo de labranza convencional por la siembra directa resultó en un mejor control de la erosión, en la conservación del agua, un ahorro de tiempo operativo y una reducción del uso de combustibles fósiles”, afirmó Carina Alvarez, profesora adjunta de la cátedra de Fertilidad y Fertilizantes de la FAUBA. No obstante, explicó que el sistema de labranza cero también propició la compactación superficial de los suelos y afectó, en varias situaciones, la infiltración, fundamentalmente en texturas limosas y en lotes sometidos a un alto tránsito.
Alvarez se refirió a los resultados de su investigación recientemente publicada, donde se evaluó la calidad de los suelos en 45 sitios de la Pampa Ondulada: “Uno de los hallazgos más importantes fue que encontramos una interacción entre la textura de los suelos y el manejo con la tasa de infiltración”, dijo.
En este sentido, sostuvo que “podrían esperarse mejoras en la tasa de infiltración en los suelos francos bajo siembra directa, pero no así en los suelos franco-limosos y franco-arcillo-limosos”, debido a la mayor presencia de estructuras laminares superficiales.
Para avanzar en la comprensión de este fenómeno, los investigadores de la FAUBA evaluaron una serie de lotes con suelos limosos que diferían en los años bajo siembra directa, en los cultivos antecesores y en su contenido de materia orgánica, delimitados por áreas de mayor y menor tránsito.
En el centro del lote (donde los suelos tienen menos tránsito) y en aquellos que tenían el doble cultivo trigo-soja de segunda como antecesor, se encontró una menor frecuencia de láminas y una mayor estructura granular. Como contrapartida, las cabeceras de los lotes mostraron una mayor presencia de estructura laminar y de mayor espesor, independientemente del cultivo antecesor.
“Esta situación lleva a considerar al tránsito como un factor adicional que favorece el desarrollo y persistencia de este tipo de estructura”, sostuvo Alvarez.
Buenas prácticas
La investigadora de la FAUBA recomendó monitorear el estado de los suelos en siembra directa y, ante la presencia de compactación, aplicar una serie de prácticas tendientes a revertir la situación, tales como la siembra de cultivos de cobertura que aseguren la presencia de raíces vivas durante todo el año, el uso de descompactadores y medidas preventivas como el control del tránsito agrícola.
“Los cultivos de cobertura reducen la compactación del suelo e incrementan la macroporosidad, facilitando la infiltración y la aireación. Además, si las raíces son capaces de atravesar capas compactas, podrían constituir una alternativa para regenerar la estructura, sin necesidad de recurrir a la remoción del suelo”, dijo Alvarez.
Asimismo, propuso el uso de descompactadores debido a que en 12 ensayos realizados durante tres campañas sobre el cultivo de maíz, esta práctica permitió mejorar siete veces la tasa de infiltración al momento de la siembra. En estos suelos, que fueron descompactados entre 30 y 118 días previos a la implantación, el rendimiento del maíz aumentó 6,2%, aunque -indicó la investigadora- “el efecto es de corto plazo”.
Por último, Alvarez destacó que la compactación puede ser evitada si se reduce el tránsito de maquinaria con el suelo húmedo o disminuyendo la presión que ejercen los neumáticos.
Medio de comunicación
Clarin.com

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