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Un hombre que abrió la huella

“Acá lo más preciado es el agua”, dice Esteban Curras, productor del sur bonaerense que hizo de la conservación del suelo un culto que hoy lo constituye en ejemplo

Dos tecnologías nos cambiaron el rumbo para bien y en forma revolucionaria: en la ganadería, la inseminación a tiempo fijo, y en la agricultura, la siembra directa”.
Por Horacio Ortíz

La afirmación pertenece a Esteban Curras, un productor que ha marcado huella en la zona de Coronel Dorrego y Monte Hermoso, al sur de la provincia de Buenos Aires. De la mano del sistema de siembra, este hombre salvó de la desertificación a enormes superficies de tierras de gran fertilidad en una zona fundamentalmente productora de trigo.
 
Curras vive junto a su esposa, Ana Errazquin, y a sus dos hijos en el campo familiar ubicado a una decena de kilómetros del balneario de Monte Hermoso. Allí ha ensayado curiosas variantes de explotación, tanto agrícolas como ganaderas, para hacer más efectivos los rindes productivos.
 
Al trasponer la tranquera con guardaganado de Los Chañares -así se llama el campo-, el visitante se encuentra con un añoso monte de olivos (un tipo de plantación común en la región) que franquean a los eucaliptus de la clásica galería que conduce hasta el casco de la estancia.
 
El campo de Curras cuenta con algo más de 1200 hectáreas, mitad bajo destinado a la cría vacuna y mitad lomas, con declive hacia el mar cercano a la laguna Sauce Grande.
 
En esta explotación se intercalan cultivos de fina, eventualmente gruesa, verdeos invernales y pasturas de alfalfa que sirven para la actividad de invernada.
 
“Acá lo más apreciado es el agua”, introduce Curras. “Está comprobado que no moviendo y teniendo cobertura de suelo, se almacena mucho más la humedad”, agrega.
 
En esta zona, en los años más secos la lluvia ronda los 300 milímetros anuales y 500 en los más llovedores.
 
“Hace mucho ya descubrimos que Con cada pasada del disco se evaporaban 30 milímetros y muchas veces había que esperar a que lloviera eso para salir a rastrear, con lo cual estábamos perdiendo de inmediato ese agua o más aún”, relata el productor que abrió el camino para que hoy un 80% de la superficie de la zona se haga con siembra directa.
 
“Todavía queda gente que cree que es más caro sembrar en directa por el uso de fertilizantes y herbicidas, pero de sólo sumar las roturas de los tractores por el polvo en los filtros se licúa la diferencia”, dice. Y opina: “Si no hubiéramos adoptado esta tecnología, los campos estarían como los ubicados al sur de Bahía Blanca”.
 
“Lo que afecta al manejo es la variabilidad en la distribución de las lluvias. Hay períodos de 4 o 5 meses que llueve muy poco que se intercalan con períodos de buena lluvia. El período de buena lluvia fue desde agosto de 2012 hasta marzo de 2013. A partir de allí, estamos en sequía que en este momento es bastante preocupante”, acota Ana, que además de esposa es ingeniera agrónoma y lleva el movimiento el campo al detalle.
 
Camino a uno de los cuadros hay un rodeo de vacas Angus de segundo servicio que lucen un brillo muy particular. Durante la recorrida, estos animales dan pie para que el productor describa en detalle su estrategia de manejo ganadero.
 
“En años normales hacemos destete precoz para dar tiempo a las madres a que se recuperen antes de la parición. La inseminación artificial es otra de las grandes innovaciones, uno tiene la posibilidad de planificar las temporadas de celo y de parto, se puede ir seleccionando por fertilidad anticipadamente y descartando las vacas que por ecografía salen sucesivamente vacías”, dice Curras mientras se muestra orgulloso junto a un homogéneo rodeo de animales negros.
 
“Este bajo con pelo de chancho lo pudimos recuperar gracias al boyero eléctrico. Porque cuando uno alimenta la hacienda con rollos, al aumentar la carga por cuadro, el mismo bosteo hace que la semilla que queda en el suelo rebrote y luego se vaya multiplicando”, relata.
 
“Este agropiro se fue haciendo así”, dice, señalando un lote irregular pero bastante presente en un bajo que en sus extremos se muestra por demás de salitroso.
 
“Veníamos sembrando entre 300 y 400 hectáreas de cosecha fina. Pero en 2012 fue tan grande el desaliento que decidimos no sembrar trigo, a los precios corrientes de entonces no nos daban los números. Después, alentados por la lluvia, sembramos algunas cebadas para hacer cobertura y, si venía bien, usarlas para pastoreo de la hacienda. A causa de la lluvia y en los cuadros donde sembrábamos trigo, como estaba viniendo raigrass echamos la hacienda”, puntualiza Curras y acota: “En el último año sembramos un poquito de cebada pero nada de trigo”.
 
Ahora, el foco está en hacer verdeos de invierno como avena y centeno -”que anda muy bien en la cadena forrajera porque es resistente al pulgón y a la sequía y funciona en campos altos”, destaca- y también siembra alfalfa.
 
Como se dijo, Currás desarrolla la cría en la parte baja del campo. En este, la oferta forrajera se concentra hacia fines de primavera y verano por lo que el servicio se hace de noviembre a enero, con inseminación a tiempo fijo y repaso con toros.
 
El primer servicio se hace a los 15 meses. También se realiza destete precoz, dependiendo del estado de la vaca y la disponibilidad de pasto que haya.
 
De febrero a marzo se analiza el destino de los terneros: si el precio del ternero es bueno, se venden. Si hay buenas perspectivas para la invernada, se quedan en el campo para engorde.
 
La oferta forrajera se basa en pasturas de agropiro y pastos de campo natural.
 
En la parte alta del campo está la invernada. La duración es de 10 meses en promedio. Entran en marzo con 185 kilogramos y salen en enero con 400.
 
La terminación es a corral, dos a tres meses más o menos si la disponibilidad forrajera en ese momento no es la adecuada por calidad o cantidad. La cadena forrajera está conformada por verdeos de avena y centeno y, además, un bajo porcentaje de pasturas de base alfalfa.
 
“La calidad forrajera del bajo no es buena, en consecuencia, se busca tener bien concentrada la parición para que la vaca recupere estado para el servicio. Además, se aplica destete precoz con el mismo fin y tener una alta cabeza de parición”, destaca Curras.
 
En tanto, las categorías de vaquillonas de primer y segundo entore se mantienen comiendo forrajes de calidad para tener un buen desarrollo y crecimiento hasta que más tarde puedan integrarse al rodeo general.
 
¿Qué le aportó la siembra directa a la ganadería en esta región? Aunque la respuesta parece obvia, los Currás destacan que gracias a esta práctica logran sembrar el verdeo en el momento adecuado, ya sea en años secos como lluviosos. También logran una mayor producción de pasto debido a una mayor humedad acumulada en el suelo.
 
Pero mantener el sistema de siembra directa en suelos ganaderos no admite distracciones.
 
Además de obtener óptimos rendimientos, la producción de forrajes se realiza cuidando especialmente la cobertura del suelo. Para esto se realizan pastoreos rotativos vigilando los remanentes del cultivo que sirven de protección.
 
“Preferimos que se coma poco y no demasiado, para que no dejen el suelo pelado. Y en el caso de que haya lluvias, se sacan los animales de los verdeos y se encierran con rollo hasta que nuevamente se pueda entrar al lote. De esta forma se evita el pisoteo y la compactación del suelo”.
 
En tanto, la estrategia para los campos bajos es tenerlos cada vez más divididos. “Esto nos permite contar con un mejor aprovechamiento, una mejor distribución del bosteo a partir del cual se siembra agropiro y su promoción”, concluye Curras.

Foto: clarin.com
Medio de comunicación
Clarin.com

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