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Agricultura y ganadería, la doble que siempre rinde

Los Lance, en Tres Arroyos, en el sur de Buenos Aires, tienen un planteo de intensificación agroganadero, con fuerte eje en la rotación.
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Clarin

La complementación agrícola-ganadera da múltiple frutos. Sea en empresas grandes como en establecimientos (o empresas familiares) de menor envergadura.

  

Es el caso de los Lance, padre e hijo, Raúl y Sebastián, que en Tres Arroyos aprovechan el maíz que producen para engordar los novillos que compran y tener una “caja” extra de ingresos.

  

“El secreto para nosotros es ir diversificando todo lo que se puede dentro de lo que van permitiendo los negocios”, contó a Clarín RuralSebastián Lance. Recuerda que su padre está en el campo desde los 15 años de edad y hace veinte años que trabajan juntos.

  

Los campos tresarroyenses son someros, con tosca (en promedio) a 40-50 centímetros de profundidad. “Por eso no se puede apostar a cultivos con altas densidades de siembra, porque la falta de agua, como la que estamos padeciendo ahora y el viento, pueden complicar la evolución normal de los cultivos”, describió Lance.

  

Lance cuenta que la soja de segunda es un cultivo clave, que se siembra detrás de los invernales.

Lance cuenta que la soja de segunda es un cultivo clave, que se siembra detrás de los invernales.

  

Los productores trabajan una superficie de mil hectáreas (sólo un 10 por ciento es propia) para agricultura y para ganadería destinan los bajos, sólo unas 60 hectáreas.

  

“En los bajos se hace una pequeña recría, no hacemos cría, y después todo se termina a corral”, explicó el productor.

  

En un comienzo, el esquema básico era con muchas gramíneas y algo de soja de segunda; soja de primera y algo de girasol, sin maíz. Y en invierno cebada, avena y trigo candeal.

  

“Hace cuatro campañas empezamos a rotar con maíz con la idea de empezar a producir el alimento de los novillos que tenemos en engorde, tanto grano como silo de planta entera con grano pastoso que guardamos para el invierno”, contó.

  

La idea es hacer dos años de gramíneas con cultivos de fina y segunda y después un cultivo de gruesa. Así, logra una distribución de 50% de cultivos invernales (esta campaña, mitad trigo, mitad cebada) y 50% de superficie para cultivos estivales (soja y maíz).

  

Los novillos consumiendo silo. Estas cabezas se terminarán con 400 kilos.

Los novillos consumiendo silo. Estas cabezas se terminarán con 400 kilos.

  

La campaña pasada, con vistas a que iba a haber algún cambio político en los derechos de exportación, ya habían aumentado la superficie de maíz y este año mantuvo ese incremento. Así, el 35% de la superficie de gruesa está sembrada con maíz, el resto es soja.

  

Pensando en “contener” la humedad, aumentar el porcentaje de gramíneas no sólo es un beneficio económico (que en el caso del maíz luego se transforma en carne), sino también, junto con el trigo y la cebada, ayudan a lograr un mejor balance hídrico y reduce las erosiones.

  

Empalmada con una cosecha 2015/16 de buenos rendimientos pero difícil para trillar por los excesos hídricos, la siembra de la campaña 2016/17 fue complicada en la zona de Tres Arroyos. De todos modos, en general aumentó la presencia de cultivos de fina en las rotaciones, y dentro de ese incremento, el trigo sacó pecho.

  

Hasta la campaña pasada, los Lance apostaban a esa diversificación, sobre todo cuando vender el trigo era complicado. “Mantuvimos el volumen de fina pero antes lo hacíamos más diversificado con trigo candeal, trigo de calidad, avena, arveja, mostaza y coriandro, pero este año todo se focalizó en trigo de calidad y algo de cebada”, reconoció Lance.

  

Embolsado, una herramienta clave para pasar el invierno.

Embolsado, una herramienta clave para pasar el invierno.

  

Una pena, porque, agronómicamente, el coriandro les dejaba muy bien inoculado el suelo para la soja de segunda, tiene una raíz pivotante que mueve mucho el suelo, deja un buen rastrojo y era un cultivo alternativo que sumaba en la ecuación. Aunque reconoció que “es difícil comercializar esas especialidades y encima se pincharon los precios internacionales”.

  

En cuanto a los rendimientos a los que aspiran, el negocio de cebada anda bien cuando se obtienen alrededor de 5.000 kilos por hectárea, el trigo oscila entre 4.000 y 4.500 kilos, en soja hay que buscar los 2.800 kg/ha y en maíz resultan unos 6.000 kg/ha.

  

En el capítulo de nutrición de los cultivos, “los últimos años los números empezaron a ser cada vez más ajustados y ahora se fertiliza cada cultivo con análisis de suelo y el cultivo de segunda no lo estamos fertilizando”, apuntó Lance. 

  

Esta campaña sembraron unas 120 hectáreas de maíz de las cuales, unas 20 ó 30 son para picado de planta entera sembrado a bajas densidades a mediados de noviembre para ser ensilado a principios de marzo.

  

En la nutrición de maíz están trabajando con una mezcla de sólidos a la siembra y líquido nitrogenado al macollo. “Aportamos entre 100 y 130 kilos de sólido a la siembra y entre 150-200 litros de nitrógeno líquido al macollaje”, contó Lance.

  

La zona no escapa a los problemas de malezas resistentes. Primero fue rama negra, que ahora están controlando a fuerza de mayor inversión en nuevos productos, “una ecuación más cara pero funciona”. Sin embargo, hoy el raigrás resistente los está complicando y algunos barbechos ya hay que hacerlos con graminicidas.

  

En lo que respecta al planteo de invernada, todo empieza con la compra de un ternero lo más liviano posible, entre 150 y 170 kilos, negro o “careta”. El objetivo es llegar a los 400, 420 kilos con una ganancia de 1,3 kilos por día. Primero van a los bajos del campo y después al corral, donde comen silo de autoconsumo de planta entera de avena o cebada y después tienen una hora por día de grano de maíz mezclado con afrechillo en polvo.

  

“Lo que mejor permite una conversión de alimento en carne es la planta entera verde hecha a fin de noviembre con grano pastoso que nos queda el lote libre para sembrar gruesa en fecha”, especificó Lance.

  

El ingreso de importante de la invernada es en marzo y en septiembre-octubre; pero también compran rodeos más chicos durante el resto del año. Buscan mantener entre 200 y 300 animales, mitad en el corral mitad en los bajos.

  

Con un frigorífico de Tres Arroyos, la comercialización se simplifica y la ecuación es buena. “Para nosotros, esta complementación entre carne y agricultura es un ingreso más y nos permite, no sólo aprovechar los bajos, desde el punto de vista productivo, sino lograr una mayor estabilidad económica, esperar los granos para no vender en cosecha”, relató Lance.

En un futuro, que por ahora parece lejano, como desafío, está el deseo de incorporar el riego. “Necesitamos tener más superficie propia, porque hacer una inversión de esta envergadura en un campo alquilado no tiene sentido”, opinó Lance.

Medio de comunicación
Clarin

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