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Trump instala el temor a un nuevo "efecto tequila" y ya hay señales de alarma entre empresarios argentinos

Cada vez que México estornudó, la Argentina enfrentó el riesgo de un contagio. Ahora, las amenazas vienen por dos vías: una ola de devaluaciones en la región y una mayor presión sobre la industria nacional. Pese a todo, el macrismo busca liberar más el comercio bilateral. ¿Error de cálculo? .
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Iprofesional
Por Juan Diego Wasilevsky.-  La mayoría de los análisis post triunfo de Donald Trump ponen el foco en daño que, de manera directa, podrá causarle a la Argentina un mayor proteccionismo por parte de los EE.UU.
 
Hasta hubo quienes consideraron que las declaraciones altisonantes y poco oportunas por parte de Mauricio Macri y la canciller Susana Malcorra en contra de la figura del magnate y a favor de Hillary Clinton, podrán volverse un boomerang, en la forma de una “vendetta” personal.
 
Pero tras los bruscos cimbronazos que se dieron a partir de la madrugada del miércoles, cuando se selló la victoria republicana, quedó claro que uno de los principales focos de conflicto no estaba tanto en EE.UU. sino en uno de sus mayor socios comerciales: México.
 
El desplome de su moneda puso en vilo a analistas, que recuerdan bien cómo cada vez que a esa nación le fue mal, terminó arrastrando a toda la región, incluida la Argentina.
 
Ocurrió en 1982, con la llamada “crisis de la deuda externa”, cuando México anunció que no iba a pagar más sus compromisos y provocó una de las depresiones económicas más serias en América latina.
 
En la siguiente década sobrevino el “efecto tequila”, cuando el gobierno mexicano vio cómo se evaporaron sus reservas y decidió convalidar una devaluación de más del 100% en apenas una semana.
 
Para la Argentina, que en épocas del menemismo estaba atada al régimen de convertibilidad, fue un verdadero problema: la tasa de crecimiento del PBI se redujo a la mitad y en el corto plazo el desempleo alcanzaba a más de 4 millones de desempleados.
 
Por eso, cada vez que México estornuda, los economistas se preparan para un “efecto contagio”.
 
En este caso, el temor es que sobrevenga un impacto por una doble vía:
 
-Por el lado del tipo de cambio, a través de una “guerra” de monedas.
 
-Por el lado comercial, principalmente a causa de un sobrestock de bienes mexicanos buscando ser colocados en terceros mercados.
 
 
Más presión a la competitividad cambiaria
 
Desde la jornada del martes, cuando estaba por definirse quién lideraría la Casa Blanca, el peso mexicano se desplomó un 11% frente al dólar. También sufrió el real brasileño, que se debilitó un 6,5%, mientras que el peso colombiano retrocedió 4 por ciento.
 
El peso argentino, en tanto, resistió y se debilitó menos de un 2%. Según el economista Miguel Kiguel, esta falta de reacción obedeció a “la sobreabundancia de divisas que trae el blanqueo”.
 
Para la administración macrista, el triunfo de Trump y el impacto en mercados y monedas de países emergentes llega en un momento complejo.
 
La repentina debilidad de países con los que la Argentina mantiene un comercio muy fluido complica la ecuación de seguir utilizando al tipo de cambio como ancla inflacionaria, a la espera de que la suba de precios pierda dinamismo.
 
Con el dato inflacionario de octubre, que arrojó un índice del 2,4%, se reaviva la preocupación por los efectos del atraso cambiario.
 
“El masivo ingreso de dólares financieros mantendrá deprimida la cotización de la divisa estadounidense. Si bien son de esperar menores niveles de inflación en los próximos meses, no parece plausible confiar en una recuperación de la competitividad cambiaria. Antes bien, parece más razonable prever un mayor deterioro”, advierte el economista Víctor Beker.
 
“Ello implica que habrá sectores exportadores que enfrentarán dificultades crecientes para exportar y sectores que compiten con las importaciones que hallarán una creciente competencia”, añade.
 
En diálogo con iProfesional, el economista Pablo Rojo no ve un escenario de caos financiero, pero sí advierte que el contexto actual refuerza problemas ya existentes: “Estamos acumulando un nivel de atraso cambiario que en algún momento va a haber que solucionar”.
 
En tanto, Gabriel Zelpo, analista de la consultora Elypsis, si bien ve a un México en una situación financiera más saludable que la que exhibía en los ‘ 90, considera que el actual escenario de tasas más elevadas en los EE.UU. no hará más que agregar presión al tipo de cambio a nivel local.
 
Esto -coindicen en advertir- agudizará la pulseada que se da en el seno del macrismo entre los funcionarios que pujan por políticas más contractivas, tendientes a enfriar los precios, y quienes quieren darle más oxígeno a la economía.
 
“Estamos en una situación de evidente atraso cambiario. Y esto complica un poco más las cosas. El Gobierno está limitado a soltar el dólar por el impacto que esto puede tener en la inflación y esto no hará más que quitarle dinamismo a las exportaciones argentinas”, apunta Zelpo.
 
Si se analiza el tipo de cambio real multilateral, es decir, la relación cambiaria entre la Argentina y sus principales socios comerciales, descontado el factor precios, hay luces de alerta: el índice arroja un valor equivalente a $1,35 por dólar, un 25% por debajo del nivel alcanzado en enero de 2014, tras la devaluación propiciada por Axel Kicillof.
 
 
Impacto comercial
 
Son varios economistas los que abonan la teoría del “contagio” por la vía comercial. Y México reúne todas las variables que pueden convertirlo de socio estratégico de la Argentina a ser responsable de una fuerte tensión.
 
La dependencia de México hacia los Estados Unidos es de tal magnitud que cualquier mínimo roce o señal que se envíe desde la Casa Blanca de ahora en más, en contra de las empresas radicadas en ese país, podrían generar un efecto dominó con fuertes consecuencias.
 
“La política exterior es lo que más nos preocupa, ya que una guerra comercial provocada por incrementos arancelarios es lo que menos requiere el mundo actual”, advierten desde la consultora Delphos Investment.
 
Si bien el discurso mesurado y unificador de Trump tras la victoria conseguida en los comicios del 8 de noviembre llevó algo de tranquilidad, todavía resuenan sus duros conceptos vertidos durante la última convención del partido Republicano.
 
"La diferencia más importante respecto de la propuesta de los demócratas es que nuestro plan será poner a EE.UU. en primer lugar”, declaró el magnate.
 
Y México –junto con China- es el chivo expiatorio al que recurrió Trump en numerosas oportunidades, acusándolos de dañar a la economía de su país por el enorme déficit que registra el comercio bilateral.
 
Con el fin de meter el dedo en la llaga y que su discurso pegue en el “cinturón del óxido”, el área conformada por las ciudades más golpeadas por el desempleo y la pobreza, como es el caso de Detroit, Trump aseguró que iba a limitar el ingreso de productos mexicanos.
 
Para la nación comandada por Enrique Peña Nieto, cualquier tipo de restricción sería una crisis de enormes proporciones: el 80% de sus exportaciones se colocan en los EE.UU.
 
Hablando en plata, esto representa unos u$s310.000 millones anuales
 
Para ponerlo en perspectiva, esto equivale a la sumatoria de lo que la Argentina le exportó a todo el mundo entre los años 2012 y 2015.
 
Y donde se enfocó Trump es donde más le duele a México: su industria automotriz. De hecho, hace pocos meses, acusó a Ford por estar desinvertiendo en su país tras haber anunciado la construcción de una nueva planta en México.
 
“No vamos a dejar que las compañías se vayan a producir a otros países y luego vuelvan a vender los productos, no va a pasar, traeremos de regreso nuestros empleos”, disparó cuando era candidato, quien prometió un arancel del 35% para los autos de ese origen.
 
Para México, el tercer exportador de vehículos a nivel mundial, sería un golpe demoledor.
 
“Si se da un escenario en el que los autos mexicanos encuentren algún tipo de dificultad para ingresar a Estados Unidos, se generaría una gran capacidad ociosa y aumentaría la presión de esas empresas por entrar a terceros mercados”, advierte Gonzalo Dalmasso, economista de la consultora Abeceb.
 
Para los expertos, la Argentina no tiene chances de competir contra este gigante latinoamericano.
 
El año pasado, México le exportó a EE.UU. vehículos por la friolera de u$s75.600 millones.
 
Para graficar el tamaño de semejante comercio, basta saber que esta cifra equivale a los autos que la Argentina despachó a todo el mundo –principalmente a Brasil- en los últimos nueve años.
 
 

“Tanto México como China enfrentan un desafío enorme: la revisión de la relación comercial con los Estados Unidos”, apunta el economista Pablo Rojo.
 
“Se viene un cambio de paradigma: lo que se está poniendo en tela de juicio es la especialización que lograron China y México como productores y exportadores de productos con alto contenido de mano de obra y bajas remuneraciones. Y esto lógicamente generará tensiones en el resto del mundo, incluida la Argentina”, agrega.
 
 
El impacto a nivel local en este sector podría darse a través de dos vías:
 
-Menos exportaciones albicelestes: cualquier problema comercial entre los dos socios del Norte, que derive en problemas económicos en México, podría implicar menos ventas de autos y componentes argentinos hacia ese destino, el segundo en importancia para los 0Km y el tercero para las autopartes. 
 
El último año, los envíos a México se acercaron a los u$s300 millones, explicados principalmente por cajas de cambio de VW y tres modelos de utilitarios: VW Amarok, Ford Ranger y Renault Kangoo.
 
“Si se ralentiza la demanda en ese país, nuestras exportaciones caerán”, advierte Dalmasso.
 
-El riesgo de una mayor presión importadora: actualmente, hay un acuerdo bilateral por el cual México puede venderle a la Argentina vehículos por u$s650 millones al año libres de aranceles (ver cuadro). Cualquier envío por encima de ese tope tributaría un 35%, algo que ya ocurrió en 2013, cuando en pleno boom de ventas se dispararon las importaciones.


 
Para Dalmasso, una crisis con Estados Unidos podría gatillar un redireccionamiento de la producción hacia el sur, que no encontraría trabas aun con dicho arancel del 35%.
 
La razón, según el experto, es que “los costos laborales de la industria automotriz argentina son tres veces más altos que la de México. Si le sumamos el factor productividad, entonces la diferencia es mucho más desfavorable”.
 
Desde AFAC, la principal cámara de autopartistas del país, también reflejaron la preocupación: “Hoy México es una amenaza”, afirma a este medio Juan Cantarella, gerente de la entidad.
 
“En esta rama de actividad, México tiene un diferencial de costos abrumador, de menos de la mitad que en la Argentina. No sólo por el tema laboral, también porque tienen una menor presión impositiva y una escala muy superior”, agrega.
 
Además, hay una fuerte preocupación entre los empresarios del sector textil, dada la importancia que tiene México –y también China- en su rol de proveedor de indumentaria de bajo costo a los EE.UU.
 
“En 2008, cuando se dio la crisis internacional, hubo un gran excedente de producción. Y cualquier cortocircuito entre estos países profundizaría este fenómeno. Por eso, la posibilidad de un comercio restringido con la llegada de Trump incrementará la presión hacia nuestro mercado”, señala Ariel Schale, director ejecutivo de la Fundación ProTejer.
 
Para tener una perspectiva del peso de México en el comercio textil, basta saber que en 2015 exportó a los EE.UU. indumentaria e insumos por u$s4.000 millones.
 
Esta cifra es cuatro veces superior a lo que importa anualmente la Argentina desde todos los orígenes y que alcanza para abastecer al 50% del mercado de consumo doméstico.
 
 
¿Otro error de cálculo?
 
En un contexto en el que EE.UU. amenaza con dar un giro hacia el aislacionismo y que varios países podrían verse afectados por un exceso de stock de productos industriales, el Gobierno de Macri se propuso reforzar el plan de reinsertar a la Argentina en el mundo.
 
Con ese objetivo, esta semana el secretario Miguel Braun estará viajando a México para ampliar el Acuerdo de Complementación Económica bilateral.
 
El ACE funciona como un tratado de libre comercio a escala más reducida, ya que permite determinar preferencias arancelarias pero no de manera masiva sino para determinados bienes.
 
Luego del gran error político y diplomático que implicó poner todas las fichas  en un triunfo demócrata, ahora el sector empresario no oculta su inquietud por esta estrategia de abrir más la economía bcuando el mundo podría asistir a un giro proteccionista.
 
“Realmente no entendemos cómo el Gobierno sigue avanzando con un plan para facilitar las importaciones con México cuando todavía no se conocen las medidas que tomarán los EE.UU. y cuando la diferencia de costos que tenemos con ellos es abismal”, afirma un directivo de la UIA, que pidió estricto off the record.
 
“Sería muy oportuno comenzar a monitorear posibles daños colaterales por la nueva administración de Trump. Pero nos preocupa porque a cada lugar que van, los funcionarios macristas prometen un Tratado de Libre Comercio”, dispara.
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