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Los gobiernos pasan pero el “canuto” sojero queda: hay en silobolsas más de 13 millones de toneladas de granos

Durante años, el kirchnerismo salió a presionar al sector rural para que "larguen" la cosecha y así lleguen más dólares frescos. Con el macrismo en el poder parecía todo dado para que se dé un aluvión de ventas. Pero muchos siguen sentados sobre los granos. ¿Qué incentivos tienen los chacareros? 
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Iprofesional
Durante los últimos años, siempre fueron un motivo de desvelo para el kirchnerismo.
 
Funcionarios del anterior gobierno y hasta la propia ex presidenta incluso los consideraban un símbolo de los intentos de desestabilización por parte de la “patria sojera”.
 
Su irrupción en los campos era vista por el Ejecutivo como una práctica especuladora que tenía como único objetivo poner en riesgo la paz cambiaria.
 
Se trata de los silobolsas. Esos "gusanos blancos" de tela plástica que van de los 60 a los 100 metros de largo y que tienen capacidad para almacenar hasta 500 toneladas de granos cada uno.
 
En épocas del kirchnerismo, apenas comenzaba el mes de octubre, era común ver cómo los campos de la zona núcleo comenzaban a plagarse de estas enormes bolsas.
 
Para la anterior administración, eso sólo podía significar una cosa: era una clara señal de alerta en el frente cambiario, dado que cada bolsa que se desplegaba y cargaba con granos era sinónimo de menos dólares en el Banco Central.
 
Para ponerlo en perspectiva, en 1999 se almacenaban apenas 2 millones de toneladas de granos. En 2015 superaron las 40 millones de toneladas, lo que equivalía a más del 40% de toda la producción agrícola.
 
Este año, lo llamativo es que, pese a todas las señales “campo friendly” que se encargaron de enviar desde el macrismo y a pesar de la fuerte devaluación y de la parcial baja de las retenciones a la soja, los silobolsas están volviendo a desplegarse en la zona núcleo.
 
Los datos del Ministerio de Agroindustria y de la Bolsa de Comercio de Rosario son contundentes al respecto: el flujo de comercialización de la oleaginosa que, en teoría debería estar “volando”, se encuentra retrasado respecto de los niveles no sólo del año pasado sino también de las últimas cinco campañas.
 
Las cifras actualizadas a la primera semana de octubre arrojan el siguiente cuadro de situación:
 
-De las 55 millones de toneladas de soja producidas, la industria y los exportadores sólo pudieron comprar el 68% de ese total, lo que equivale a 37,8 millones.
 
-El año pasado, a esta misma altura, los productores se habían desprendido del 73% de la cosecha que, incluso, había sido más elevada, del orden de los 60 millones.
 
-El porcentaje de ventas actual (68%) además, está muy por debajo del promedio de las últimas cinco campañas (76%).
 
Paralelamente, según datos oficiales, todavía restan vender poco menos de 14 millones de toneladas, casi 4,5 millones de toneladas más que el promedio de los últimos ciclos (ver cuadro).


 
“Venimos con un atraso importante en el ritmo de ventas. Las industrias que procesan la soja y obtienen harina y aceite están necesitadas de mercadería. Muchas no tienen para moler y están operando por debajo de su capacidad”, apunta Gustavo López, director de la consutora Agritrend y referente del mercado de granos.
 
En tanto, Salvador Di Stéfano, consultor con fuerte prédica en el sector rural, confirma que en los últimos meses se hizo evidente “una fuerte reticencia de los productores a desprenderse de la soja”.
 
“Los productores que tuvieron buen clima, tenían los granos secos y no corrían riesgos de humedad, mandaron todo a silobolsas”, agrega.
 
Incluso, desde la Bolsa de Comercio de Rosario coinciden en que la comercialización de soja avanza con algo de lentitud y que la decisión del macrismo de no avanzar con la quita extra de 5 puntos a las retenciones –salvo para productores del NOA-, “podría retrasar aún más las decisiones de venta de granos”.
 
 
El por qué del "canuto"
 
Esta reedición del “canuto” sojero se da en un contexto particular, bastante diferente al que imperaba hasta 2015.
 
Mientras que la retención de soja era vista por el kirchnerismo como una amenaza a su plan de política económica, porque prácticamente no quedaban canillas a través de las cuales fluyeran dólares, para el macrismo no hay riesgos de que esto impacte negativamente en la cotización del billete verde.
 
Básicamente porque el desarme del cepo y el arreglo con los holdouts posibilitó volver a abrir el flujo de divisas.
 
Cabe destacar que a la emisión de bonos para cerrar el capítulo del default, por unos u$s16.500 millones, se sumaron otras emisiones del Estado nacional y de las provincias por otros u$s15.500 millones en lo que va del año.
 
“A diferencia de lo que ocurrió durante el último tramo del kircherismo, hoy hay dólares. No porque los esté generando la economía real, sino que básicamente entran por la vía financiera. Esto ayuda a que el tipo de cambio esté tranquilo”, apunta el economista Gabriel Caamaño Gómez.
 
Pese a este nuevo contexto, llama poderosamente la atención que la excelente sintonía que existe ahora entre el campo y el Gobierno y tras todos los incentivos con los que avanzó el equipo de Prat Gay para impulsar la actividad agrícola, el nivel de retención de soja no sólo no haya disminuido sino que hasta se potenció.
 
¿Por qué razón hoy en día se mantienen detrás de las tranqueras algo más del 30% de la producción sin vender? 
 
Todo indica que, al igual que en otras épocas, el campo está percibiendo, quizás antes que otros sectores, que hay "olor" a atraso cambiario.
 
Sin embargo, también aparecen otras cuestiones como la espera a que se den mejores precios internacionales y el mayor margen de rentabilidad que tienen ahora para "bancar" la producción luego del alivio en retenciones.
 
 
A la espera del "viento de cola" global
 
A la hora de evaluar las causas por las cuales vuelven a proliferar los silobolsas, los expertos señalan que una de las razones es el bajón de precios que experimentó la oleaginosa: a principios de junio tocó el récord del año en Chicago, cercano a los u$s435 por tonelada.
 
Tras una abrupta caída, la cotización hoy se ubica un 20% por debajo de esos niveles. Sin embargo, en los últimos días se movió al alza, lo que mantiene expectantes a los productores.
 
En el mercado local, descontadas retenciones, durante varios meses el precio que se manejó en recintos como la Bolsa de Comercio de Rosario estuvo por debajo de la "línea psicológica" de los $4.000.
 
“A esos valores, ni los productores quieren vender ni a la industria le cierran los márgenes para querer comprar”, indican desde esa entidad.
 
 
El campo aguarda por un dólar más alto
 
El otro factor que empuja a los hombres de campo a retener el remanente de la cosecha, según Di Stéfano, es que en esta etapa del año –y ya alejada la posibilidad de una quita general de 5 puntos a las retenciones- están especulando con un movimiento del dólar, aunque más no sea sea para “arañar” unos pesos más por tonelada.
 
“La expectativa por el tipo de cambio es una variable que sigue pesando. Los productores siempre tratan de quedarse con un remanente y van vendiendo en función de sus necesidades para cubrir los gastos de siembra de la campaña siguiente”, indica Di Stefano.
 
En este sentido, aparecen dos grupos de productores: están aquellos que entienden que es negocio "encanutar" y hay otros, con mayor vinculación a los mercados financieros, que observan que el dólar a enero se está pactando a cerca de $16,20, apenas un 5% más que en la actualidad.
 
Haciendo cuentas, no parece un gran negocio quedarse con granos, si bien esta opinión puede no ser compartida por una gran mayoría.
 
Los analistas coinciden en que hoy es mejor negocio vender e invertir esos pesos en Lebac o, incluso, en instrumentos para inversores con perfil más conservador, como un plazo fijo en pesos.
 
Sin embargo, marcan un punto clave y revela por qué el hombre de campo retiene tanto o más que en épocas del kirchnerismo: hay una cuestión cultural y es que la soja, para los chacareros, es tan segura como una moneda dura.
 
“Para el ruralista, funciona como un refugio de valor”, sintetiza López, de Agritrend.
 
Di Stéfano coincide: “Ahora les aconsejamos vender y posicionarse en otros instrumentos financieros que les permitirían tener una mayor rentabilidad. Pero el hecho de que haya millones de toneladas sin comercializar es una muestra de que el hombre de campo, en general, no piensa en esos términos".
 
"Para ellos, tener soja guardada es como tener otra moneda y van vendiendo conforme necesiten para financiar la cosecha”, apunta.
 
 
Alivio en retenciones: más espaldas para "bancar" la cosecha
 
Hay otro aspecto clave y es que la liberación del mercado de exportación del maíz, junto con la devaluación y la quita de retenciones con las que avanzó el macrismo, les dio mayores espaldas para cubrir la siembra del próximo ciclo, lo que a su vez les permitió tener un mayor “canuto” de soja.
 
De hecho, este año se requirieron 160 toneladas de maíz para comprar una pick-up, justo la mitad de lo que necesitaron en 2015.
 
En el caso de insumos clave como el gasoil o el fosfato, los productores debieron destinar entre un 54% y un 60% menos de volumen de este cereal para adquirir la misma cantidad de litros que durante el período previo, según datos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
 
Es decir, la buena performance del maíz les posibilitó hacer "billetera" y posicionarse en soja (ver cuadro).


 
Sin embargo, el hecho de que se sostenga el “canuto” sojero es una prueba de que, se tomen las medidas que se tomen, hay un componente cultural difícil de erradicar.
 
Para los analistas que piensan en función de la rentabilidad, se trata hasta de un comportamiento un poco irracional en términos financieros.
 
“Lo que experimentó Cristina y lo que está viviendo esta administración es lo mismo que les va a tocar a los próximos gobiernos. No importa quién venga o las medidas que se apliquen: siempre el campo se va a quedar con un stock de granos que no va a vender hasta último momento”, señala Di Stefano.
 
 
La cruzada del kirchnerismo contra los silobolsas
 
Más allá del “no” a la quita extra de 5 puntos a las retenciones para la zona núcleo -por considerar que el contexto político y social no era el indicado-, lo cierto es que el macrismo siempre apostó por la estrategia de la “seducción”, tanto para que se incremente la superficie de siembra como para impulsar a los ruralistas a desprenderse de la cosecha.
 
Esto marca un cambio abrupto respecto del estilo que imperó durante el kirchnerismo, que matizó algunos pocos gestos “pro campo” con muchos otros que directamente bordearon la intimidación.
 
Tras la guerra que desató la resolución 125 y que derivó en el voto “no positivo” del entonces vicepresidente Julio Cobos -y conforme la economía se fue secando de dólares-, la administración de Cristina encaró una serie de políticas para empujar a los ruralistas a desprenderse lo más rápido posible de los granos.
 
Entre las últimas, por ejemplo, vale recordar las de la AFIP, que había establecido un régimen por el cual los fabricantes y vendedores de silobolsas estaban obligados a registrar sus operaciones.
 
El mismo organismo, entonces comendado por Ricardo Echegaray, llegó a utilizar drones e imágenes satelitales para fiscalizar los campos y detectar a los productores “flojos de papeles” y que no habían declarado sus tenencias.
 
En abril de 2015, en uno de los momentos más acuciantes en cuanto a la necesidad de dólares, por diversos pueblos de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba aparecieron sugestivas pintadas que rezaban: “Haga patria: corte un silobolsa”.
 
Las mismas, luego se plasmaron en la realidad: en numerosas localidades del interior se denunciaron sabotajes e importantes pérdidas. Si bien nunca se pudo probar la vinculación con el Gobierno nacional, las entidades rurales se encargaron de responsabilizar a fuerzas kirchneristas.
 
Pero sin dudas, el punto más alto de la pelea con el campo, luego de la crisis por la 125, tuvo lugar en septiembre de 2014, cuando el entonces ministro Axel Kicillof logró que se promulgara la polémica Ley de Abastecimiento.
 
Con esta normativa, en el campo se había instalado el temor hacia una “sovietización de la economía”, dado que entendían que el Estado, al quedar habilitado para avanzar y desarticular cualquier forma de acopio de mercadería, podría irrumpir en los campos para confiscar los silobolsas.
 
Incluso, en octubre de ese año, con reservas desplomándose y en plena tensión cambiaria sobrevoló el rumor de que Cristina estaba decidida a crear una Junta Nacional de Granos.
 
La idea era generar un organismo similar al IAPI, que funcionó durante el primer gobierno peronista, que tenía el monopolio de la compra de la cosecha de granos.
 
Pero la realidad es que ninguna de estas presiones terminaron dándole réditos a la anterior gestión.
 
Ahora, es cierto que el contexto es diferente y que la llegada de los dólares financieros corrió el foco de atención. De hecho, los productores rurales ya no son más los malos de la película y los buenos precios de las commodities del primer semestre permitieron una mayor entrada de divisas que el año pasado.
 
Pero así y todo, hay una barrera que este Gobierno todavía no puede vencer: el desarme del histórico “canuto”.
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