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En un año que pinta inolvidable

A preparar la sembradora

Falta todavía, pero las condiciones climáticas bajo las que se cosechó la gruesa 2015/16 obligan a pensar en métodos para descompactar, reducir el efecto del huellado y mantener a raya las napas altas.
 
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Agrofy News
Por Juan I. Martínez Dodda (Agrocontratistas).- Por cuestiones económicas, productivas y climáticas, la campaña 2016/17 pinta para ser inolvidable. Es el año que propone el retorno del trigo y la confirmación del maíz, sumado a precios de soja que (al momento de escribir este artículo) están dejando la palidez con la que venían y se ponen a tiro. Después de una cosecha 2015/16 que está terminando bajo condiciones complicadas, sólo resta que acompañe el clima para soñar con un año auspicioso.
 
Para los contratistas, más allá del peso que representa la inflación y el aumento de costos de todo tipo (con el combustible como punta de lanza), la buena noticia es que la diversificación de cultivos significa también diversificación laboral y una agenda más equilibrada. La posibilidad de los productores de sembrar trigo, pero también maíz, diversificará las labores, lo que redundaría en una economía de la empresa de los contratistas más compensada.
 
Dicho esto, hay que ponerse a tono con una campaña en la que, en muchas zonas, se cosechó con excesos hídricos generando huellado y compactación. También hay que pensar bien cómo encarar lotes que tienen humedad superficial, subsuperficial o influencia de napa cerca que puede afectar incluso la siembra de cultivos de verano, mayormente a la soja.
 
“Es un año para, en estos lotes complicados de agua, sea superficial o por napa, apuntar al doble cultivo”, opinó en diálogo con Agrocontratistas el especialista del INTA, Roldán Guillermo Gerster. Para pensar cómo operar la próxima campaña, el ingeniero propone dividir los lotes en dos tipos: con presencia de napa alta y lotes sin presencia de napa.
 
“En general, los lotes con presencia de napa, sin pendiente, que sufrieron el temporal y fueron cosechados y pisoteados quedaron con un importante huellado de las cubiertas de cosechadoras, tolvas y tractores”, opinó Gerster. Estos lotes, presentan una doble problemática pensando en la próxima siembra: la huella y la compactación, por un lado, y la presencia de una napa alta que en algunos casos llega a la superficie. “Lo ideal es volcarse al doble cultivo para lograr un mayor consumo de agua y que descienda la napa”, dijo el ingeniero del INTA.
 
Según Gerster, se logran dos efectos. Por un lado, los cultivos de invierno, sobre todo las gramíneas como trigo, avena y cebada, “tienen una capacidad para recuperar los suelos porque crecen con un suelo en condiciones de humedad, son cultivos que se siembran con altas densidades, logrando un mayor frente de ataque en las zonas compactadas, favoreciendo la recuperación de la porosidad”. Habitualmente, las raíces de estos cultivos crecen en una época del año donde las lluvias son de muy baja intensidad, que son las que el suelo puede absorber cuando está compactado.
 
“Imaginémonos que un trigo/soja consumen 1200 milímetros por año (de los cuales unos 500 mm corresponden a la soja) y el maíz alrededor de 600 milímetros”, repasó Gerster. Con cultivos, ese excedente de agua que tengan estos lotes se puede convertir en grano, materia seca o carbono en el suelo.
 
La fertilización es otra herramienta clave porque los suelos anegados o que sufrieron anegamiento son deficitarios en nitrógeno, para lo cual es clave hacer un análisis de suelo previo. Sobre todo si se piensa en trigo.
 
Ahora bien, en la otra situación, lotes sin presencia de napa o con pendiente, el panorama para Gerster es diferente y hay que ser cuidadosos respecto del doble cultivo, porque se espera un año neutro que en algunos casos puntuales hasta podría ser seco. Con lo cual, no sería una buena noticia para los cultivos de verano que los de invierno le hayan consumido el agua disponible.
 
Una tercera opción que puede servir para los casos con napa cerca y donde no la haya es optar por un cultivo de cobertura. “De esta manera, podemos aprovechar el efecto de las raíces y el aporte de materia orgánica pero con el cuidado de ser muy finos en la interrupción del crecimiento de ese puente verde para poder recibir y guardar al máximo el aporte de las lluvias de primavera”, advirtió Gerster. Esta sería una opción interesante para los lotes con pendiente que se cosecharon con agua, que sufren de compactación, de modo que necesitan una ayuda para descompactar, “hacer suelo”, pero con un control del consumo de agua. Se requiere un manejo con muñeca.
 
Tractores, cubiertas y sembradoras
 
Es una campaña en la que la velocidad de siembra (sobre todo en maíz y girasol) y el estado o tipo de sembradora en sí será determinante para el éxito o fracaso de la implantación y su posterior repercusión en el desempeño de los cultivos y el rendimiento final.
 
Para Néstor González, del INTA Pergamino, en lotes que presenten huellado y compactación habrá que elegir muy bien la sembradora y controlar que el cuerpo de siembra esté en buenas condiciones. “Las zonas compactadas están más duras y tienen menos agua, incluso las diferencias de relieve pueden ocasionar que la sembradora vaya dando pequeños saltos, lo cual no es nada bueno pensando en la calidad de siembra”, remarcó González.
 
En esos lotes que fueron cosechados con “poco piso” seguro haya una mala distribución de rastrojo. En donde hay menos rastrojo hay menos humedad, al igual que en las zonas compactadas. González recomienda en esos casos usar discos grandes, cuchillas de 18 pulgadas en buen estado, en vez de las de 16, que si están gastadas y en realidad quedan de 15, no hacen bien su trabajo. Esas van a traer problemas.
 
Para Gerster, en los lotes con huellas de menos de 20 centímetros de profundidad se puede sembrar al sesgo de la huella para evitar saltos bruscos. “La microlabranza de la sembradora puede ayudar a emparejar el terreno en estos casos, en cambio, en los lotes con huellado más profundo, se recomienda hacer un emparejamiento localizado con una pasada de disco superficial”, apuntó.
 
“Si bien para mí no es lo mejor, a veces es necesario hacer una pasada de disco en las zonas muy desparejas, donde los productores ya saben que no se va a poder sembrar bien”, se lamentó González, sobre todo en el nombre de la continuidad de la siembra directa. En esta “carrera por la eficiencia”, González destacó que las mejores sembradoras, equipadas con la última tecnología de precisión, van a lograr un mejor desempeño.
 
En lo que respecta a las cubiertas, está claro que es recomendable usar rodado tipo radial para lograr una mayor superficie de contacto y/o baja presión en las cubiertas.
 
Como se sabe, aunque no por sabido está de más recordarlo, la velocidad de siembra es determinante en el resultado final. Según un trabajo del INTA, si se siembra un maíz a una densidad de 80.000 semillas por hectárea, a 7 km/hora con una separación entre surcos de 52,5 cm, cada cuerpo de siembra debe dosificar, trasladar, ubicar, fijar y tapar 8,16 semillas por segundo. Esto da la magnitud del cuidado que se debe tener para esta operación que no sólo debe ser rápida si no también precisa.
 
Para González, la velocidad ideal para un maíz es de entre 5 y 7 kilómetros por hora, según el estado de la sembradora, porque “más velocidad redunda en pérdidas de 10 a 20% de rendimiento, sea por mazorcas con menor desarrollo y menos granos como también por mazorcas pequeñas que el cabezal no puede recolectar y quedan en el piso porque son del mismo diámetro que el tallo”.
 
Después de muchos años, los productores (hay muchos contratistas que también lo son) podrán elegir mejor qué sembrar y cómo. El deseo es que, a diferencia de la campaña 2015/16, para 2016/17 el clima no meta la cola.
 
Medio de comunicación
Agrocontratistas

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