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Por Manuel Alvarado Ledesma

Los cálculos oficiales, claramente voluntaristas, que permiten otorgar a la exportación los permisos adecuados para que contraiga compromisos con el exterior, pecan de gruesos errores. A la postre, éstos obligan a los traders a deshacerse de la palabra empeñada, con la consecuente pérdida de imagen del país.
La marca país como abastecedor confiable está cayendo violentamente. Pareciera que borrar con el codo lo que se firma con la mano es algo aceptable en el mundo de los negocios.

Obviamente ello no es gratis. Repercute en los valores FOB puertos argentinos. Por ello, los exportadores tratarán, seguramente, de aumentar sus márgenes para paliar los efectos de los cambios en las instrucciones oficiales.

Cuando las cosas se mueven bajo este cuadro de idas y vueltas, quienes pagan los platos rotos son, fundamentalmente, los que integran el eslabón de la producción. Porque ellos no tienen posibilidad alguna de pasar el problema recibido a otros.
Los casos se manifiestan en el trigo y el maíz.
Vale recordar que, luego de autorizar un determinado nivel de ROE VERDE de trigo, las autoridades debieron impedir el embarque, ya programados los buques, para que el mercado interno no se vea desabastecido.

Es que el volumen cosechado no se aproxima para nada a los números oficiales. De hecho, se estima que la cosecha tan sólo se acercaría a 9,8 millones de toneladas. Un número muy distante de los 14 millones estimados originalmente. Se trata de una de las peores cosechas de la historia del cereal, no sólo en cantidad sino también en calidad.

El maíz es motivo, también, de preocupación, no sólo para el gobierno. También los es para la producción que ve cómo día a día se aleja la perspectiva de un verano lluvioso.
Es cierto: el maíz de primera muestra, en general, un estado saludable. En esta parte, es lógico aguardar una buena cosecha.
Pero muy distinta es la situación del maíz de segunda y el tardío. Acá la floración habrá de darse a fines de enero y en febrero, con una considerable estrechez en el volumen de oferta de agua.

No olvidemos que lo que ha crecido, en esta campaña, es el área de maíz tardío y de segunda. Los productores apostaron a los tardíos por los rendimientos del año anterior y por la falta de piso, para realizar la siembra, en la primavera de esta campaña.
Así las cosas, y aunque el área de maíz de segunda haya crecido visiblemente –a costa de la golpeada soja- la realidad es que difícilmente superaría el volumen total de 24 millones de toneladas. Habrá que ver cómo siguen el tiempo y si llegan las ansiadas lluvias.
Si se diera este escenario, el saldo para exportar apenas se acercaría a 15-16 millones de toneladas.

Así las cosas, el cuadro será complejo porque el volumen que dispondrá el país (15-16 millones de toneladas) será semejante al que ha sido autorizado por las autoridades, mediante ROE Verde.

El volumen autorizado se descompone así: 11 millones son para CIARA, la cámara de los grandes exportadores, y 4 millones para la Cámara de Productores y Exportadores de Cereales y Oleaginosas -CAPECO- que agrupa a los pequeños exportadores.
El volumen adquirido por la exportación gira en torno a 11 millones de toneladas, la mayor parte para las empresas de CIARA. Acá juega la cuestión financiera ya que para exportar deben primero abonar los importes correspondientes a los derechos de exportación.

Con respecto al maíz de la anterior campaña, las autoridades autorizaron ROE Verde por un volumen superior al de las posibilidades; y así el mercado interno entró en un cuadro de escasez que se trata de solucionar con el aporte de los exportadores.
El clima es por definición un factor de incertidumbre. Pero en la Argentina, la mayor incertidumbre no viene de allí. Proviene del Estado.
Foto: Martín. G. Álzaga