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Las consecuencias de la intensificación agrícola bajo la lupa

En el marco del congreso organizado por la Federación de Acopiadores, tres expertos del INTA brindaron sus perspectivas sobre las ventajas y desventajas de los sistemas agrícolas actuales, su impacto en los suelos y el rol de la fertilización. El encuentro, que se está llevando a cabo en el Hotel Sheraton de Mar del Plata, se extenderá hasta mañana por la tarde.
En los últimos 50 años se sucedieron grandes cambios en la agricultura de la Argentina y el mundo, aumentando la producción de los cuatro principales cultivos –trigo, girasol, maíz y soja– así como también de carne y leche. Esto fue posible tanto por la expansión de la frontera agrícola como por la intensificación de la productividad por unidad de superficie. El experto del INTA Anguil, Federico Frank, en el marco del congreso A Todo Trigo, realizó una evaluación de las ventajas y las desventajas de este fenómeno para nuestro país.
El encuentro organizado por la Federación de Acopiadores ha reunido a más de 1100 asistentes, está teniendo lugar en el Hotel Sheraton de Mar del Plata, y culminará mañana por la tarde.
“No hay dudas de que los cambios a los que hicimos referencia han resultado beneficiosos para las distintas regiones del país, pero también es cierto que han disparado alertas sobre problemáticas tales como los cambios en los paisajes, los peligros para la biodiversidad, la degradación de los ecosistemas, el uso creciente de insumos externos, la erosión, el balance de nutrientes, el consumo y la calidad del agua, y los gases de efecto invernadero, entre otras”, enumeró.
El análisis que propuso Frank en su disertación estuvo basado en la evaluación de los trade-offs (relaciones inversas) y sinergias (relaciones directas) entre variables productivas y variables ecológicas-ambientales. Como ejemplo elemental, señaló que si por un lado se pudo aumentar la producción y el margen bruto, se incrementaron los problemas ambientales.
Con respecto al consumo de combustibles fósiles –usualmente asociado a procesos de contaminación del agua y del aire–, el especialista señaló que “el avance de la frontera agrícola y la posterior intensificación generaron un marcado aumento en los valores por unidad de superficie”. No obstante, indicó que como contrapartida, “esto permitió una comparativamente mayor generación de energía, aprovechable en forma de fibras, alimentos o biocombustibles, aumentando la eficiencia de uso de este recurso no renovable”.
En el caso de la contaminación por el uso de plaguicidas, Frank explicó que si bien los mismos llegaron a lugares donde antes no se utilizaban, por efecto del corrimiento de la frontera agrícola, los productos usados actualmente tienen comparativamente un menor índice de toxicidad.
El uso de agua fue otro de los fenómenos analizados por Frank, quien señaló que el mismo ha crecido sensiblemente, pero que a la vez esta utilización se realiza con una mayor eficiencia. Además, aclaró que un mayor consumo de agua en la agricultura no es malo o bueno en sí, sino que depende del contexto, en el que puede tener efectos tanto benéficos como nocivos.
“La importancia de este tipo de estudios no radica en los valores absolutos, sino en la identificación de patrones espaciales y tendencias temporales”, indicó el experto hacia el final de su ponencia, y consideró que “es esperable que en algún momento los commodities reflejen en cierta medida los costos ambientales”.
 
Impacto en los suelos
“El objetivo de esta ponencia es contestar a las preguntas que a veces nos hacen los periodistas, como ¿qué tan mala es la soja? y ¿qué efectos tiene sobre los suelos?”. Así introdujo su tema Miguel Taboada, especialista del INTA, para inmediatamente aclarar: “Cuando termine esta disertación, va a quedar claro que el problema no es la soja, sino lo que hacemos con ella”.
El experto hizo foco en la estructura de los suelos, y el impacto de la intensificación agrícola sobre la misma. La calidad de los suelos, explicó, no dependen sólo de que sus partículas se ordenen en forma de agregados granulosos o del tipo de “migajas”, sino que “también es necesario que su estructura sea estable en el tiempo”.
“Hay dos tipos de estabilizantes que mantienen el suelo pegado: por un lado la arcilla, el calcio y otros elementos, que no dependen del manejo; y luego están los exudados rizosféricos, raíces finas e hifas de micorrizas, que sí dependen del manejo”, señaló. En este sentido, indicó que la monocultura de soja causa un deterioro de tipo estructural, creando estructuras laminares que impiden la infiltración adecuada de agua. Sumado a esto, Taboada sostuvo que el elevado tránsito de maquinaria también contribuye a la compactación de los suelos.
Para evitar este impacto de la intensificación sobre los suelos, el hombre del INTA recomendó acortar los períodos de barbecho invernal, haciendo doble cultivo, como puede ser trigo-soja. También aludió a la alternativa de agregar cultivos de cobertura invernales, como centeno, avena o rye grass y a la posibilidad de insertar el maíz en la rotación, cuyo sistema radicular reduce la compactación. Además, aconsejó controlar el tránsito de maquinarias en el campo.
 
Fertilización en trigo y cebada
A continuación, Gustavo Ferraris, del INTA Pergamino, se refirió a las diferencias en la fertilización de trigo y cebada orientada a la búsqueda de rendimiento y calidad. Respecto del nitrógeno, el especialista indicó que “si comparamos los dos cultivos, podemos ver que la cebada tiene mejores rendimientos con bajos niveles de fertilización, mientras que ambos tienden a igualarse si los niveles son altos. Es decir, que resulta conveniente destinar los suelos menos fértiles a cebada, y los que tienen mucho nitrógeno a trigo”.
Por otro lado, explicó que desde el manejo de la calidad en trigo, se puede modificar principalmente el gluten y la proteína. “La proteína está muy ajustada a la cantidad de nitrógeno que le ofrecemos al cultivo. Para lograr un contenido de proteína óptimo, del 11 o 12%, debemos ofrecerle al menos 25 kilos de nitrógeno por tonelada”, apuntó.
En el caso de la cebada, indicó que la decisión de fertilización correcta depende del destino del cultivo. “Si nos interesa la cantidad y no la calidad (es decir, si va a forraje), nos conviene fertilizar en la siembra. No obstante, si detectamos que vamos a estar muy bajos en proteínas, y eso nos puede complicar la comercialización, lo más recomendable es hacer fertilización foliar en espigazón sobre proteína”, aconsejó. Además, advirtió que el recambio varietal es muy necesario en cebada para mejorar los rendimientos y la calidad.
Hacia el final del panel, el especialista del Uruguay Esteban Hoffman (Unicampo, Universidad de la República), dio un pantallazo sobre los modelos de fertilización nitrogenada para trigo y cebada en su país, adoptado por el 60% del país en cebada y 50% en trigo. Sin embargo, señaló que “estamos manejando mal los cultivos”, ya que en las chacras con muchos años de agricultura, “los techos cada vez están más bajos, y el modelo está quedando obsoleto”. 
Hoffman explicó que la erosión hidrica constituye el principal problema en el sistema de producción del país oriental, y que “el uso continuo por el chacarero de tantos años de chacra nos lleva a la situación de que, aún queriendo corregir tecnológicamente con nitrógeno y azufre, el suelo termina siendo una limitante más importante que los nutrientes”. Sin embargo, señaló que a partir de las recientes medidas del gobierno sobre la rotación de los cultivos, “Uruguay tiene una política adoptada para comenzar a revertir esta situación”.

Congreso: A Todo Trigo 2013 
 
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