Gacetillas
Tecnologías para arrancar con el pie derecho
En primer lugar, Reussi Calvo explicó que “al analizar el impacto de la nutrición en los sistemas de producción es posible obtener rendimiento y calidad comercial, y para eso, es importante conocer los beneficios del nitrógeno, sobre todo en pre-siembra”.
A modo de ejemplo, el técnico señaló que “en el sur de Santa Fe tenemos respuestas a la nutrición balanceada (nitrógeno, fósforo y azufre) que van desde los 500 a los 2.500 kg/ha, superiores al testigo”.
A su vez, Reussi Calvo, remarcó que “en un ensayo realizado en 2013, con un manejo adecuado de nutrición, se alcanzaron hasta 3.000 kilos de diferencia en relación al testigo”. Y continuó: “El nitrógeno es el nutriente clave y por eso el primer paso es realizar un análisis de suelo, ya que si se aspira a un rendimiento elevado el fraccionamiento de nitrógeno en distintos momentos es importante para que no haya deficiencias”.
En este sentido, Reussi Calvo remarcó que “para definir las dosis de nitrógeno y alcanzar la calidad se requieren alrededor de 150 kg/ha de N, con ese valor se puede aspirar a alcanzar 5.000 kilos de rendimiento”.
Por otra parte, en el sudeste de la provincia de Buenos Aires –ideal para el cultivo de trigo- hacer un análisis de suelo es clave para poder alcanzar rendimientos de 5.000 kg/ha.
Sobre la fertilización en el cereal, Reussi Calvo añadió que “las gramíneas toman fertilizante de lo que se aplica en pre-siembra y la mineralización de los suelos, entonces cuando se realiza un análisis de suelo se puede observar cuánto será lo que requiera el cultivo de trigo para poder alcanzar buen rinde y la calidad tan demandada por la industria”.
A su vez, el especialista en fertilización subrayó que “si se quiere aumentar el nivel de proteína en grano hay que aumentar la fertilización con N, además se busca mantener los rendimientos”.
Por caso, Reussi Calvo expresó que “el trigo necesita 25 kilos de aplicación a la siembra para arrancar correctamente, y luego se deben agregar otros 25 kilos restantes, ya que aplicarlo todo desde el principio no es una buena idea, debido a que es baja la interacción del N con el cultivo”.
Por último, aseveró que “el nitrógeno hay que construirlo, hay que acompañarlo campaña a campaña y es allí donde se podrán ver los resultados del cultivo con rinde y calidad. La primera herramienta es realizar análisis de suelos, y también hay que empezar a medir la mineralización de los lotes”.
El manejo del agua
En segundo lugar, Alberto Quiroga, investigador del Grupo Suelos de INTA Anguil, disertó sobre el manejo del agua y su eficiencia de uso en cultivos invernales. Resaltó que “conocer el requerimiento de agua es clave para saber cuál es la capacidad de los suelos de retenerla”. A su vez, el técnico recalcó que “aquellos perfiles de suelo con tosca deben apuntar a la calidad del grano y la proteína y no tanto al rendimiento del cereal”.
Y continuó: “Un trigo de 3.500 kilos está requiriendo unos 350 mm de agua en zonas semiáridas, esto es fundamental saberlo y tener un manejo correcto del agua permite poder alcanzar esos resultados”.
“Hay otro problema que es el almacenamiento del agua, y el espesor de suelo, ya que no puede recibir 400 mm en dos meses y se producen los anegamientos que estamos viviendo hoy”, remarcó el técnico de INTA.
En relación a cómo se debería encarar esta campaña, Quiroga resaltó que “cuando la napa está tan próxima, los cultivares de trigo deben ser largos, entonces tenemos que ir a buscar esa agua para alcanzar rendimientos”.
Cuidar la rotación
Por último, Miguel Taboada, reconocido técnico y director del Instituto de Suelos del INTA, se refirió al impacto que tiene la pérdida de los cultivos de invierno en la rotación y en los perfiles de suelo. El especialista indicó que “hay que hacer rotaciones intensivas para, entre otras cosas, combatir las malezas y, por supuesto, mejorar la cama de siembra”.
Por otra parte, Taboada señaló que “los costos económicos que se pueden atribuir a no haber hecho trigo en los suelos son enormes. Hay brechas de rendimiento que alcanzan el 41% en promedio y el panorama es muy complejo, entonces se debe apostar a achicar esas brechas y mejorar en el manejo de cultivos”.
Taboada explicó que “al hacer cultivos de invierno tenemos una mayor cobertura de la superficie del suelo. Esto disminuye las pérdidas de agua por evaporación, controla las pérdidas de agua por escorrentía superficial y controla el ascenso de sales en suelos de campos bajos, entre otros beneficios”. También aporta buena materia orgánica al suelo.
El especialista hizo una breve referencia a los costos ambientales relacionados a la regulación del ciclo del agua y de las inundaciones que se suman al impacto del cambio climático.
“Los suelos con napa tienen riesgo de salinización. Los monocultivos generan una mala calidad y barren los rastrojos. Si trigo/soja se hacen bien pueden llevar a secuestrar carbono, lo cual es muy importante para controlar el cambio climático”.
Por último, señaló que “el costo de no haber hecho trigo se nota y es muy evidente en la calidad de los suelos. Fundamentalmente por deterioros físicos”, finalizó.
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